Ciberguerra: el incidente de Tallin

El "Incidente de Tallin" tuvo como última consecuencia que el "Centro de Excelencia en la Defensa Cooperativa Cibernética" de la OTAN se ubique en esa ciudad.

Se suele hablar del “incidente de Tallín” como del primer incidente de ciberguerra, cuando se lanzó un ataque distribuido de denegación de servicio (D.D.O.S., que consiste en que una página reciba tantas peticiones por segundo que se colapse. No es lo mismo que una “manifestación digital”, en la que muchos usuarios entran individualmente en una página página hasta que se colapse, sino que unos pocos usando sistemas automáticos la colapsen de forma artificial) que afectó a mútiples sitios web de Estonia. Hay que destacar que Estonia es uno de los países que tienen un mayor uso de sistemas electrónicos, tanto que hay quien la llama e-Estonia: banco online, voto electrónico, declaración de impuestos…

Estonia acusó al gobierno de Rusia de estar detrás de los ataques, que se produjeron coincidiendo con la retirada de la polémica estatua del soldado de bronce de Tallin, originalmente llamada “Monumento a los Libertadores de Tallin”. Los estones lo consideran un símbolo de la ocupación soviética y la represesión, mientras que para los descendientes de los inmigrantes rusos es un símbolo de la victoria de las tropas soviéticas sobre los nazis.

Imagen de la estatua del soldado de bronce reubicada en 2007 en el cementerio de Tallin

Entre el 25 de abril y el 5 de mayo de 2007 se produjo un ataque que bloqueo webs gubernamentales, bancos o incluso cajeros automáticos, por un exceso de peticones de múltiples países, hasta alcanzar el punto en que Estonia quedó desconectada del mundo. La única persona a la que se condenó por estos ataques fue al joven Dmitri Galushkevich.

Actualmente, el Centro de Excelencia en la Defensa Cooperativa Cibernética de la OTAN se encuentra en Tallin, donde se trabaja en estudiar y prevenir lo que se llaman los ataques de ciberguerra. Allí se creo el llamado Manual de Tallín, que considera que una guerra no deja de ser tal porque el campo de batalla sea Internet.

¿Qué podemos aprender de esto? Que evidentemente no podemos depender por completo de los sistemas digitales, por muy útiles y cómodos que sean, y que hay que se cuidadosos con las plataformas online, porque la seguridad no es ningún juego.