Cookies y privacidad

Las cookies empezaron como una buena idea para guardar configuraciones locales, pero el uso de estas para trazar la actividad de los usuarios las ha puesto en una situación comprometida.

Una cookie es un fragmento de información que envía una web y se almacena en el navegador del usuario, de forma que se pueda consultar qué ha estado haciendo este anteriormente.

El Monstruo de las galletas y la gallina Caponata, frente a un ordenador despiezado. Caponata pregunta “¿qué demonios estás haciendo?” y el Monstruo le responde “¡Buscar cookies (galletas) de Internet!”

El clásico ejemplo de cookie es la que almacena el identificador de usuario y contraseña de un servicio, de forma que no se tenga que insertar una y otra vez, pero hay otro tipo de cookie habitual: la que almacena el historial de navegación del usuario y lo reenvía a un tercero, de forma que este pueda conocer sus hábitos y realizar un perfil. La finalidad de esta herramienta suele ser la generación de publicidad segmentada (por ejemplo, si has estado mirando páginas de coches mientras tenías Gmail abierto, Google te mostrará publicidad de ofertas de coches).

Por enumerar los diferentes tipos actuales, podemos encontrar 5 tipos diferentes de cookies, gestionadas por la propia página que estás visitando, o por una tercera parte:

  • de sesión (al conectarse a un servicio web como por ejemplo el correo).
  • de análisis de actividad (que dicen qué enlaces activas)
  • técnicas (que pueden mejorar la comunicación de datos)
  • de personalización (que hacen que la web se muestre en el idioma adecuado)
  • de publicidad (segmentada o no)

No todas las cookies son “software espía”, pero la abundancia de sistemas de rastreo, junto a la gran proliferación del negocio de la publicidad segmentada, ha provocado que en se haya legislado en Europa que toda página que utilice cookies debe notificárselo al usuario. De ahí que veamos avisos, por ejemplo, en el buscador de Google (en el pie de página, con un llamativo botón “aceptar” de color azul), en Twitter (de alguna forma se tiene que almacenar qué usuarios no quieres agregar cuando te hace las sugerencias de a quién podrías seguir), o en Facebook, famoso por no borrarlas cuando el usuario se desconecta, de forma que su alguien se conecta en un ordenador público (por ejemplo, en una biblioteca) deja toda su información de navegación. situaciones como esta pueden llevar a que otro usuario, que llegue detrás, pudiese aprovechar para volver a entrar con la sesión del primer usuario, o quizás experimentar un extraño caso de publicidad recomendada fuera de lo normal, porque el sistema está colocando los datos segmentados del usuario previo.